martes, 4 de mayo de 2010

EL APETITO VORAZ DE LA FIFA

El viernes pasado, 24 horas antes del inicio de la segunda temporada profesional del fútbol de salón masculino, por la Copa Postobón 2010, dos periodistas, en espacios radiales diferentes, coincidieron en una frase que bien vale la pena traer a colación: "el microfútbol, un deporte que no se puede acabar".

Y por supuesto que nos identificamos con el desafío que lanzaron los colegas Darío Ángel Rodríguez y Julián Escobar. Porque por el apetito voraz de su majestad la FIFA, no se pueden echar por tierra y desconocer de un plumazo, al menos en Colombia, esfuerzos de hombres del deporte como Jaime Arroyave Rendón, que lo trajo, lo trabajó, lo popularizó, lo padeció y, por supuesto, también lo disfrutó y lo disfruta aún.

Eso, ayer. Hoy en día, mientras tanto, tampoco se puede ignorar el matrimonio, por ejemplo, de una empresa como Postobón y de una entidad como la Federación Colombiana de Fútbol de Salón (que goza del reconocimiento del sistema nacional del deporte, llámese Coldeportes y Comité Olímpico), empeñadas juntas en darle cada día más juego y mayor vigencia a una disciplina que está metida en la sangre del niño y de la niña, del muchacho y de la muchacha y del 'rodillón'.

No es exagerado decir que en algunos barrios de Bogotá podrá faltar la iglesia pero no la canchita del parque para jugar microfútbol. Un dato contundente: en un fin de semana en la capital del país se disputan cerca de 5.000 partidos de fútbol de salón. Sí, leyó bien, 5.000, con arbitrajes oficiales.

Así las cosas, y aunque quien esto escribe es parte interesada y por lo tanto puede tener sesgo en sus apreciaciones, la millonaria familia del 'micro', como lo bautizó hace muchos años atrás el maestro Mike Forero en El Espectador, debemos unir fuerzas para que esta disciplina sea respetada y mantenga su propia vida jurídica y no termine absorbida por el llamado fútbol sala, que no es otra cosa diferente que la máscara para disfrazar una tendencia francamente monopólica, si es que se me permite el término.

Y si de ejecutorias se trata, bastaría con revisar el pasado y el presente. El fútbol de salón, con un título mundial y dos subcampeonatos orbitales; con un proyecto como la profesionalización que arrancó en 2009 y cada vez va tomado más forma; como la puesta en escena, a partir del 25 de julio, del primer torneo femenino también de carácter profesional y, como si fuera poco, la sede del Mundial, previsto para jugarse en Bogotá, Medellín, Tunja, Bucaramanga y Villavicencio, en marzo del año entrante. En fin, el partido va como 6-0.

¿Y cómo podemos armarnos sólidamente en defensa y contraatacar para aumentar la ventaja? Sencillo. Apoyando proyectos como la Copa Postobón, que no sólo significan una nueva posibilidad de vida y de ingresos para cientos de jugadores y jugadoras, y todos aquellos que de una u otra forma están involucrados a su alrededor, sino que a la postre significa un buen aporte para la afición del país, ansiosa de poder contar con nuevas opciones deportivas de carácter profesional para poder disfrutar.

Y para la muestra un botón: los 63 goles que se marcaron en la primera fecha, así como la nutrida presencia de público en 8 de las 9 plazas, marcaron el sábado pasado un halagüeño arranque de la Copa Postobón de Microfútbol 2010, como para demostrar que este certamen llegó para meterse en el corazón de los colombianos. Pero hay que seguir fieles y firmes en la lucha para frenar el apetito exagerado de la FIFA. En definitiva, "el microfútbol, un deporte que no se puede acabar" y que no debemos permitir que se acabe. ¿Estamos de acuerdo?

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