viernes, 1 de octubre de 2010

LOS JUGADORES PRUEBAN A LOS ARBITROS

Todos los jugadores sin importar la categoría entran a un partido con tres cosas en su mente; primero, a pensar en los integrantes del equipo rival; segundo, a decidir cómo ganarles; y tercero, a probar al árbitro de turno. La mayoría de deportistas intentan desde el principio conocer al silbato para saber la manera cómo va a actuar, si es indulgente o drástico, o para lograr que sea complaciente con ellos y los favorezca con sus decisiones a lo largo del partido.

 
Estándar de calidad

El querer “probar” al árbitro es una acción que realizan generalmente los jugadores dentro los primeros cinco minutos del encuentro y es allí donde éste debe establecer su “estándar de calidad” para orientar y reorientar la actitud de los mismos. Dicho término hace referencia a la metodología que se llevará a cabo para la dirección del juego; como ejemplo se pueden tomar los principios del mercado, es decir “establecer un puesto con todos los precios antes de mostrar a sus clientes (los jugadores) quién puede o no negociar con el dueño.


Método que da resultado
En los primeros 5 minutos, no se debe vender nada por menos del precio establecido previamente, la negociación puede llegar más tarde, cuando los jugadores sepan quién es el propietario del puesto, y quién ha establecido las condiciones del precio final; de esta manera el método que inventa cada árbitro para lograr que los jugadores crean en sus decisiones y las acepten puede dar resultado, siempre y cuando no lo establezca al minuto 30 o 35 del partido cuando no haya nada que hacer y este se le haya salido de las manos.


Cómo se hace
Al inicio del partido el árbitro deberá estar alerta y aplicar las leyes con más rigor; hacer presencia en la jugada; estar en todo, incluso donde realmente no tiene que estar; hablar con los técnicos y los sustitutos y darles las instrucciones para que no le dañen el partido; pedirle a los jugadores que tomen la distancia en el lugar correcto para que la respeten siempre; hacer una mayor exhibición del trabajo en equipo al interactuar con sus árbitros auxiliares; hacer sonar el silbato más de lo que normalmente lo hace; y tener la libertad de sancionar todas las faltas si es posible. En resumen, no permitir que los jugadores violen las normas estipuladas, sino delimitarlas con el fin de que ellos se den cuenta qué fue lo que él silbato vino a hacer en el partido.

Texto escrito por Antonio Pulido para www.revistaarbitros.com

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