miércoles, 27 de octubre de 2010

EL ARBITRO AGRESIVO

La agresividad es un desequilibrio psicológico que provoca en el árbitro un sentimiento de enemistad o de indisposición hacia los jugadores, es decir, es la pulsión a atacar o hacer daño a los salonistas no tanto física, sino psicológicamente. Hay dos formas de ser agresivo, la primera es la activa, donde se emplea la amenaza, la intimidación o incluso la violencia; y la segunda es la pasiva, mediante la cual se utiliza el sabotaje, la crítica y el reproche.

Por qué somos agresivos

Si el árbitro vivió situaciones violentas en su infancia, en la edad adulta se inclinará a reproducirlas, de ahí que al arbitrar un partido y ante la renuencia de los deportistas a acatar sus órdenes, se ponga a la defensiva y trate de agredirlos con el ánimo de doblegarlos o hacer que estos le obedezcan a la fuerza. Sin embargo, a medida que adquiere experiencia aprende a canalizar las frustraciones propias de la profesión y cuando logra la madurez arbitral, utiliza la agresividad como una herramienta para alcanzar sus objetivos dentro del campo.

La primera señal

La ira es la primera señal de alarma que le avisa al árbitro cuando algo no va bien, de tal modo que si no expresa esos sentimientos en su debido momento, esta represión propicia que no se registre conscientemente la frustración que siente, y más bien se quede con ese malestar dentro. La acumulación de ira le produce cambios de humor y en consecuencia lo lleva a explotar violentamente; por eso es conveniente actuar de manera inmediata en el momento en que esta aparezca.

Mantenga el control

Cuando un árbitro necesite mantener el control de las situaciones que se le presenten en los partidos, lo mejor que puede hacer es concentrarse en lo que pretende solucionar, ya que esto le despeja la mente y le ayuda a pensar con tranquilidad, y por supuesto no necesitará de ser agresivo para mantener su autoridad. Si considera que al utilizar la agresividad como medio para hacerle entender a los jugadores que tiene la razón no lo va a lograr, por el contrario, deberá lograr reducir de la mente ese sentimiento.

Libérese ya

Existen tres formas para dejar la agresividad, primero, se debe reconocer el grado de agresividad que posee; segundo, comprender que produce ese sentimiento de hostilidad y corregirlo; tercero, cuando sienta el deseo de ser agresivo con un jugador por cualquier situación contrólese, no grite, sea tolerante, respire profundo, no replique, lo mejor que puede hacer es mostrarle con acciones posteriores que no tiene la razón. Cuando los demás jugadores lo vean calmado, lo más seguro es que reaccionarán de la misma manera y esta será la directriz que seguirán todos durante el encuentro.

TEXTO ESCRITO POR JOSE BORDA PARA www.revistaarbitros.com

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