La soberbia es la falta de humildad y por tanto, de lucidez, es la pasión desenfrenada sobre sí mismo, es fuente y origen de muchos males de la conducta de los árbitros y es ante todo una actitud que consiste en adularse. Sus características son la prepotencia, la presunción, la jactancia, vanagloriarse y situarse por encima de todos los que le rodean.
De dos clases
Hay dos tipos de soberbia; la primera es vivida como pasión, que sobrelleva un afecto excesivo, y llega a ser tan intensa que nubla la razón, pudiendo incluso anularla e impedir que los hechos personales que hace el árbitro se vean con una mínima objetividad. La otra, es percibida como un sentimiento más suave cuya fuerza se mide. Entre una y otra la soberbia deambula, transita, circula, y se mueve; según los momentos y circunstancias hay más de la una o de la otra.
Muchas caras
La soberbia unas veces se disfraza de coherencia, y hace a los árbitros cambiar sus principios en vez de atreverse a cambiar su conducta, les impide ver que la coherencia en el error nunca puede transformar lo malo en bueno. A veces se disfraza de un aparente espíritu de servicio, que parece a primera vista muy abnegado, y que incluso quizá lo es, pero que esconde un curioso victimismo resentido. Son esos los silbatos que hacen las cosas, pero con aire de víctima "soy el único que hace algo”.
Debilita y entorpece
La soberbia entorpece y debilita cualquier relación con los jugadores, cuerpos técnicos o aficionados. Cuando un silbato se concede más méritos de los que tiene, es difícil darse a otra persona y poner los sentimientos y todos sus ingredientes para que esa relación se consolide. Esto hace casi imposible la convivencia, volviéndola insufrible, pues reclama pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo. No podemos olvidar, que para estar bien con alguien, para establecer una relación de convivencia estable y que funcione hace falta estar primero bien consigo mismo.
Cómo detectarla
La soberbia muchas veces nos engañará y no veremos su cara oculta, aunque, los demás si la verán. Si el árbitro es capaz de ser receptivo, de escuchar la crítica constructiva le será mucho más fácil desenmascararla. El problema es que hace falta ser humilde para aceptar la crítica. La soberbia suele blindarse a sí misma en un círculo vicioso de egocentrismo que no deja que nadie lo llame por su nombre. Las manifestaciones más simples y primarias de la soberbia son la susceptibilidad enfermiza, el continuo hablar de sí mismo, las actitudes prepotentes y engreídas, la vanidad y afectación en los gestos. ¿Es usted soberbio?
Tomado de:http://www.juzgafutsalantioquia.blogspot.com/
Texto original de www.revistaarbitros.com escrito por José Borda
Texto original de www.revistaarbitros.com escrito por José Borda
No hay comentarios.:
Publicar un comentario