jueves, 7 de marzo de 2013

GARANTIAS PARA EL ÁRBITRO


Con frecuencia escuchamos el término: falta de garantías, cuando ocurren dificultades que afectan la realización de eventos deportivos, donde supuestamente muchas personas conocen el reglamento del deporte que se admira como espectáculo; con relativa frecuencia los ejes centrales de dichas garantías son los administradores de justicia deportiva, nosotros, los árbitros.
Para enfocar más la realidad de la reflexión que deseo proponerles, debo resaltar que el arbitraje es una profesión cuya relación con lo arbitrario es absolutamente necesaria, ya que el árbitro debe por función natural administrar de manera unilateral el desarrollo de un juego, donde imparte justicia, determina según el reglamento y se constituye en parte delas emociones y frustraciones de jugadores y espectadores.
Debo pensar por un momento que las garantías de las cuales se hablan generalmente son externas, alteraciones del entorno deportivo que impiden el desarrollo del juego por poner en riesgo la integridad de los deportistas, los espectadores y nosotros mismos. Al mismo tiempo existen unas garantías que debemos brindarnos a nosotros mismos como jueces deportivos, no todo el ejercicio de nuestro trabajo se desarrolla en coliseos, instituciones o lugares donde el entorno es “seguro” o por lo menos que ofrece menores preocupaciones a nuestra imaginación.
La mayoría de los torneos que administramos se realizan en los barrios, veredas y pueblos de nuestros departamentos, lugares donde encontramos un poco de todo, pero donde seguro encontramos una mezcla de conocimiento multideportivo... nuestros jugadores disputan una contienda que conocen muy poco, ellos normalmente juegan fútbol de salón y creen que las decisiones de los árbitros deben ser iguales a aquellas que toman nuestros colegas de fútbol, ya que los observan en televisión cada fin de semana, en síntesis,  se desempeñan en un deporte cuyo reglamento desconocen y tristemente poco les interesa conocer.
¿Cómo conseguir algunas garantías en el entorno deportivo de nuestra cotidianidad? Luego de alguna experiencia es posible concluir que las personas aprenden a conocernos tanto como nosotros a ellos y que el respeto que nos ganamos en los terrenos del deporte depende de la seguridad que demostramos en el ejercicio de nuestra arbitraria tarea; dicha seguridad surge del conocimiento certero y suficiente de nuestro reglamento, entre mayor es el conocimiento que tenemos de las normas del deporte que juzgamos, la toma de dichas decisiones es más rápida y fina, eso le brinda al jugador la tranquilidad que requiere para disfrutar el deporte y permitirnos tranquilamente nuestra actividad.
¿Dónde descansa otra parte de la seguridad? La suficiencia del conocimiento es apenas una parte de la seguridad que requiere el árbitro para poder desempeñarse en lugares complejos y adversos generalmente para nosotros; creo firmemente en un refrán romano que aseguraba que: “la mujer de cesar no sólo debe serlo, sino parecerlo.” Lo anterior para destacar que los árbitros cuya presentación personal es sobria, aplicada, cuyos gestos indican tranquilidad en medio de la celeridad del juego permiten, desde el aspecto sicológico la apariencia de la equidad y el profesionalismo.
En otro sentido los grupos humanos generalmente necesitan un líder que les guie en la rutina de sus actividades humanas; igualmente ocurre en el deporte, con una diferencia en nuestro caso el liderazgo del juego nos lo designan y debemos asumirlo aunque los deportistas no nos hayan elegido, por tal motivo es imperativo que asumamos una actitud característica, matizada por la claridad, el respeto y la asertividad.
La dirección arbitral no es democrática, pero requiere astucia para ganarse el espacio suficiente para que los deportistas acaten con respeto, aunque recurrentemente no compartan nuestras decisiones; algunas ocasiones  la gran mayoría de la gente asume que el sonido del silbato es una injusticia en su contra; la percepción de injusticia se reduce con la claridad, la asertividad y la celeridad de la decisión tomada.
La primera y mayor garantía para los árbitros es su propia formación y práctica, la autoridad no es solo una designación, es un don y una autoconstrucción. Depende de cada uno poder aprender de los retos que nuestra profesión nos presenta en cada partido, no podemos perder de vista que toda autoridad es también un servicio.
Con la finalización del juego no terminan nuestras actividades, luego de hechos y entregados los informes debe empezar el proceso de retroalimentación de los aciertos y los yerros que puedan haberse presentado en nuestro desempeño, ojalá dicha retroalimentación se pueda hacer en equipo, de no ser posible debe hacerse desde nuestro sentido de la autocrítica.

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